Por: Mag. Carlos Huamán Fernández / Servicio Psicopedagógico de la FCCTP
El sistema económico y político, el racismo y la injusticia en nuestro país y en el mundo ha originado el desarrollo y fortalecimiento de un individualismo que vulnera las normas de convivencia. Asimismo, la búsqueda del poder relacionada con el interés y el placer convierte a la persona en adicto a dicho placer. En este contexto, la falta de valores morales ha provocado el deterioro en la salud física, mental y emocional de cada miembro de la sociedad.
Las instituciones educativas —inicial, básica y superior— tienen como objetivo estimular el desarrollo cognitivo de los alumnos: aprendemos a sumar, restar, multiplicar, dividir, física, química, historia, entre otras materias académicas. Sin embargo, esta enseñanza no contempla la educación emocional. Por otro lado, no se estimula la formación y práctica de los valores morales; estos dos factores son muy importantes, al igual que el componente cognitivo, más aún en nuestra sociedad que está formada por muchas culturas. Por ello, es necesario saber cómo establecer una adecuada interacción con las personas que nos rodean.
Es necesario resaltar que toda convivencia pasa primero por cómo nos relacionamos con nosotros mismos y, para tal fin, debemos plantearnos ciertas preguntas: ¿Cuánto nos valoramos? ¿Por qué es necesario respetarnos? ¿Somos tolerantes con nosotros mismos? Necesitamos saber cuánto nos queremos para respetarnos y aceptarnos tal cómo somos, con nuestras cosas buenas y malas. Si nos aceptamos tal cómo somos, vamos a poder respetarnos estableciendo una relación entre emoción y valores. El desarrollo de nuestra parte cognitiva y emocional se debe trabajar a la par, tanto en el hogar como en el sistema educativo, para que nos ayude a responder a diferentes experiencias en forma adecuada. Lo más importante es que estas interrogantes ya mencionadas nos permitirán reflexionar sobre nosotros mismos y descubrir nuestras debilidades y fortalezas. Mediante el uso de nuestra creatividad, motivación, actitud positiva y empatía, superaremos aquellas debilidades que influyen negativamente en nuestro proceso de socialización.
Una vez establecida adecuadamente la vinculación con nosotros mismos, podremos dar el segundo paso: relacionarnos con las personas de nuestro entorno porque podremos valorarlos, respetándolos y aceptándolos tal cómo son. Si damos este paso, será posible comprender sus reacciones y sus puntos de vistas y trabajar en proyectos donde se pueda aprender juntos. De esta manera, desterraremos la discriminación, el bullying, la violencia y, en su lugar, se podrá desarrollar un clima de convivencia pacífica en nuestro ambiente educativo, social, laboral y familiar.
¡Aprendamos a vivir juntos!