En tiempos de crisis, una de las actividades más afectadas es siempre el turismo.
En el Perú, la marca característica de los últimos meses ha sido el permanente desencuentro político y social −con algunos episodios más críticos que otros−. A esta crisis se le han sumado los desastres naturales que vienen azotando al país y la inminente presencia de El Niño en este 2023, que seguramente extenderá la inestabilidad.
Una vez relajadas las restricciones y habiendo superado el miedo causado por la pandemia de la covid-19, el turismo en nuestro país empezó a ver la luz: los negocios y las personas proveedoras de servicios turísticos (guías, artesanos, entre otros) empezaron a ejecutar sus planes de recuperación, con el fin de retomar el camino andado hasta el 2019; mientras quienes habían emprendido en tiempos de la emergencia sanitaria planeaban potenciar sus iniciativas. Sin embargo, a raíz de las crisis de los últimos meses, la incertidumbre reapareció y, como se sabe, esta constituye la peor antagonista del turismo, dada su vulnerabilidad intrínseca.
Pese a esta situación, se trata de ver el vaso medio lleno, aunque las posibilidades de que esto se cumpla, al menos en el corto plazo, sean pocas. Por ello, a pesar de las dificultades, el turismo −integrado por sus empresas, y, sobre todo, sus personas, receptores, anfitriones, proveedores y turistas− debe seguir. A continuación, se esbozan algunas importantes medidas al respecto.
Es bueno recordar, en principio, que el turismo dinamiza las economías a través de la redistribución de dinero. En concreto, por la todavía compleja realidad nacional e internacional de nuestros días, sería conveniente que el turismo interno de cercanías continúe siendo el principal motor de la recuperación y el crecimiento.
En ese sentido, ahora es tiempo de viajar aprovechando esta aparente y coyuntural tregua política y de la naturaleza en algunas zonas del país. Destinos como Ayacucho, Lima, Ica, Huancayo, entre otros estarán gustosos de recibir viajeros.
Adicionalmente a los viajes, las excursiones a lugares cercanos al de residencia o las visitas dentro de las mismas ciudades son importantes. En el caso de las excursiones, destacan como destinos, por ejemplo, Paracas, Lunahuana, Huaral o Cerro Azul en relación a Lima. Ahora bien, si la visita fuera exclusivamente dentro de la capital, el Centro Histórico de Lima, Miraflores y Barranco resultan opciones interesantes que podrían visitarse teniendo al Metropolitano como articulador, pues su recorrido incluye estos lugares turísticos por naturaleza.
Así también, los viajes deben incluir el respeto por el otro y su cultura, además del cuidado al entorno natural. Viajar es ir con la mente abierta para disfrutar lo diferente, o para apreciar y dimensionar lo común. En suma, lo importante es viajar, conocer, aprender, descubrir, encontrarse y consumir sin importar a donde se vaya.
Por otro lado, como anfitriones, se trata de abrir las puertas para que ese invitado conozca nuestra localidad y su población. En ese sentido, y dado el interés por retomar la senda del crecimiento turístico, la seguridad, la honestidad y la calidez parecen ser los mejores aliados para que −junto con la belleza, la originalidad y la autenticidad de lo que es atractivo− se generen experiencias memorables. No conviene pensar solo en el turista del presente, sino apostar por los del futuro.
Finalmente, si bien el turismo en el Perú se encuentra afectado y cada crisis agravia más la situación, su recuperación dependerá de todos; de que se viaje, se visite y se consuma. La reactivación y el crecimiento del turismo es un viaje al que todos estamos invitados.
Fabrizio Alberca Sialer
Coordinador
Posgrado Turismo USMP