Crecimiento postraumático luego de la pandemia de la COVID-19
Tomás Caycho-Rodriguez
La pandemia de la COVID-19 generó más de 676 millones de contagios, más de 6 millones de muertes y afectó la estabilidad social y económica de todos los países en el mundo. Luego de tres años de pandemia, el viernes 5 de mayo de 2023, la Organización Mundial de la Salud declaró el fin de la emergencia de salud pública internacional por dicha enfermedad. Sin embargo, esto no significa que el virus ya no sea una amenaza para la salud mundial, ya que aún continua como prioridad de salud pública mundial. La presencia de amenaza de muerte, miedo a infectarse, restricciones para movilizarse y la abrumadora cobertura de los medios de comunicación sobre la pandemia impactó negativamente en la salud mental de las personas y generó síntomas de depresión, ansiedad, tristeza, problemas somáticos y de sueño.
Esto hizo que la pandemia de la COVID-19 sea considerada como una situación de trauma colectivo crónico y continuo. Si bien los grandes eventos traumáticos tienen un impacto negativo en la salud mental, también es posible esperar resultados positivos de la adversidad. La mayoría de estudios sobre la COVID-19 se han centrado en los impactos negativos y patológicos, como una mayor angustia junto a una menor calidad de vida, sin considerar los posibles impactos salutogénicos. Estudios previos a la pandemia han sugerido que algunas personas que experimentaron situaciones adversas, como accidentes de tránsito o eventos que pusieron en riesgo su vida, mostraron cambios psicológicos positivos y adaptativos. A fines de la década de los 90 del siglo pasado, se propuso el término crecimiento postraumático para referirse a los cambios psicológicos positivos que se experimentan como resultado de enfrentar un evento traumático o situaciones extremadamente desafiantes. Como el crecimiento postraumático trata de explicar un evento desafiante desde una perspectiva positiva, su estudio puede brindar información valiosa para comprender y afrontar el trauma causado por la COVID-19.
Los eventos traumáticos o crisis generan una reestructuración cognitiva que produce nuevos esquemas cognitivos que mejoran la resistencia e influye en las creencias que las personas tienen sobre el mundo. Esto genera personas con una perspectiva psicológica más positiva y son más propensas a desarrollar ciertas habilidades de afrontamiento, mejoran sus relaciones interpersonales y desarrollen más aprecio por la vida. Estos son los resultados que las personas experimentan como crecimiento. El crecimiento postraumático ha recibido un interés permanente por las ciencias de la salud durante la pandemia de la COVID-19 debido a su relación con diferentes variables psicológicas. Específicamente, se ha demostrado que el crecimiento postraumático se relacionó negativamente con la ansiedad y la depresión durante la pandemia. También se ha sugerido que la PTG se correlacionó con la adopción de estrategias efectivas de afrontamiento y la presencia de bienestar colectivo. Asimismo, la resiliencia y la presencia de conexiones familiares predijeron significativamente niveles más altos de crecimiento postraumático.
Para un número significativo de latinoamericanos, la pandemia de la COVID19 representó un evento psicológico traumático. En este sentido, esta enfermedad desafió las creencias sobre la propia seguridad física y la seguridad de las demás personas. Estudios empíricos en Latinoamérica sugirieron que las personas estaban preocupadas por la infección de la COVID-19. Asimismo, las consecuencias económicas negativas de la COVID-19 generaron niveles altos de estrés entre los latinoamericanos. Todo esto hizo que la pandemia tenga características de un evento psicológico traumático, lo cual provocó niveles altos de angustia, pero también promovió el crecimiento postraumático entre personas de Latinoamérica.
En este sentido, los profesionales de la salud mental deberían desarrollar medidas activas y efectivas para desarrollar el establecimiento de relaciones significativas con los demás, la fortaleza personal y la valoración de la vida y las nuevas oportunidades con el fin de mejorar su crecimiento postraumático, luego de pasar por una situación estresante, como lo fue la pandemia. Las autoridades sanitarias de los países participantes deberían incorporar el desarrollo del PTG dentro de sus programas de promoción de la salud mental post-COVID-19 y dotar a las personas de las habilidades para afrontar las situaciones negativas. Esto fortalecería los programas de promoción y asistencia en salud mental.