Por: Dra. Nieves Altamirano Peceros
Servicio Psicológico de la FCCTP
La pandemia interrumpió nuestras vidas, particularmente la interacción en aulas presenciales, y nos obligó a estudiar desde nuestras casas, conversando mediante chats, escuchando clases en forma remota y trabajando en equipo a través de plataformas y otras herramientas digitales. Así, nos fuimos adaptando a un entorno virtual.
Hoy la realidad está cambiando y poco a poco recuperamos la normalidad social: hay menos restricciones, los estadios y las playas se abren al público, podemos volver a viajar, asistir a conciertos. Con alegría, vemos que recuperamos paulatinamente nuestra libertad.
Los colegios reabrirán sus aulas nuevamente y las universidades, en su esfuerzo por brindar una educación de calidad más asequible y operativa a sus estudiantes, están ofreciendo modalidades mixtas en sus planes de estudio que combinan clases presenciales con virtuales. Como puedes observar, el aprendizaje va evolucionando y las nuevas competencias demandan —además de la resiliencia— la flexibilidad y la capacidad de adaptación de los alumnos.
En la educación superior, los márgenes de tiempo son diferentes y las necesidades educativas son especializadas. Se requiere de prácticas presenciales que complementan el aprendizaje teórico, puesto que brindan la oportunidad de aplicar los conocimientos adquiridos. Además, estas prácticas están íntimamente relacionadas con el desarrollo de las habilidades interpersonales y de liderazgo, al que todo futuro profesional debe aspirar si desea ser exitoso en el mundo laboral.
A diferencia de los escolares, los estudiantes universitarios son más autónomos en su aprendizaje y como tal gozan de mayor libertad al elegir los cursos o la modalidad de estudio que deseen seguir. Sin embargo, las ideas irracionales y el miedo siempre estarán presentes en algunos padres y alumnos a través de distintas interrogantes. ¿Asistir a clases presenciales implica riesgos en la actualidad? ¿Y si me contagio de COVID? ¿Si me roban o asaltan? ¿Es oportuno asistir a clases presenciales o es recomendable postergarlo? ¿Puede afectar mi economía el gasto en transporte? ¿Los tiempos que demanda el traslado a la universidad afectarán mi rutina diaria?
Responder a cada pregunta es también la oportunidad de tomar una decisión inteligente, de enfrentar la adversidad y aceptar los retos que esta implica. El ajustarse psicológica y emocionalmente a una nueva realidad siempre cuesta: hay que pensar fríamente, elegir las opciones más cercanas e ir eliminando aquellas que menos convienen, evaluando nuestros recursos, para finalmente elegir la que consideremos la mejor opción.
Piensa en el futuro y elige la decisión correcta.