La estimación general contemporánea atribuye a Antón Pávlovich Chéjov un buen puesto en la breve lista de los grandes dramaturgos y el número uno en la gran relación de cuentistas de todas las literaturas. Con una técnica que engaña por su aparente elementalidad, una ténica independiente y libre de cualquier ardid literario, Chéjov dibujó un soberbio mapa de la vida rusa que conocía, y lo hizo con sobriedad y precisión inigualables indagando en las profundidades del sistema social para descubrir y expresar las razones más soterradas del comportamiento humano.